LVdB tocaron en Punta Hermosa y recibieron el 2010 batiendo un record: la presentación más vacía del sur.
Escribe: Jano Bulmester / cineasta jotita.
Yo no había ido a verlos. Estaba en la playa con mi flaquita Bu buscando hacer malabares con mis 60 luquitas que le había sacado a mi vieja de su cartera. Buscamos hostal por toda la playa y todo estaba lleno, o muy caro. Incluso los hostales de la carretera, no había dónde pasarla. Igual yo estaba bien junto a Bu, disfrutando de su belleza. Con las justas pudimos rentar una carpa sobre una azotea frente al mar, una azotea donde había cincuenta carpas más, con cincuenta parejas que iban a lo mismo que Bu y yo. Nos dieron nuestro candadito y salimos a buscar algo qué comer.
Bu quería comer pollo a la brasa, yo la hice larga caminando, como quien busca algo al paso o alguna bodega sacabientera. En esa bodega sacabientera fue que me encontré al Puanjo Barrunto Hablo Mal, estaba haciendo una llamada desde el teléfono público, se le notaba nervioso. Nos saludamos y nos contó que iba a tocar con su banda, pero que el equipo aún no llegaba y estaba en Lurín, eran ya casi las once.
Nos llevó al bar donde iba a tocar. Tomamos unas cervezas y comenzamos a esperar a la gente, que llegara con el equipo y comenzar a esperar al público barronero. La medianoche los cogió a LVdB cargando parlantes, acomodándolos y probando sonido.
El dueño del local, que esperaba un lleno total y venta furiosa de cerveza, se animó a destapar un vino para brindar por el nuevo año. Para mala suerte de los primeros (y únicos invitados), el poeta Collazos, acompañado de su amigo elegido (él elige siempre a quién se levanta), llegó al bar justo cuando se había acabado la botella de vino. Luego de los saludos, seguimos con las cervezas.
Los Viejitos de Barrón hicieron su aparición al promediar las dos de la mañana, al mismo estilo de Hendrix en Woodstook frente a 60 mil pastrulos, o The Who en Isle of Wight frente 45. Pero eran LVdB frente a ocho personas contando al dueño del bar, que de la alegría por la música en vivo rebajó el precio de la cerveza, que había llegado a consigna en cantidad de 37 docenas de botellas, de las cuales sólo vendió 16. A pesar de todo, siguió brindando por el rock n roll, que para esa hora, había roto tres cuerdas y desafinado totalmente los instrumentos.
Luego de la primera media hora, LVdB se dieron cuenta que sus 6 únicos temas no iban a alcanzar para toda la noche. Entonces sacaron los bocaditos, brochetitas y empanaditas que habían traído como para cien personas. Ganamos. Los temas se repitieron incluso hasta cuatro veces, las rondas de comida también, hasta que la audiencia, aturdida de alcohol y mal sonido, terminó aplaudiendo de pie a los anti músicos, más para que se vayan de una vez que por una actuación generosa, ésta vez sí, dieron un memorable ejemplo de adicción a la estridencia.
Al amanecer, la banda, mientras otros seguían celebrando, tuvieron que recoger sus amplificadores y volver por donde llegaron. Yo, junto con Bu, disfrutamos de nuestra carpa en la azotea, alucinando toda la noche que estábamos en La Habana, y quienes tocaban eran los Buena Vista Social Club y no unos sujetos entregados a todo lo malo de la juventud. ¡Blasfemia total!